Recuerdo la primera vez que lo tuve enfrente. Fue hace no más de diez años, en la sala de prensa de La Condomina (aquella tan pequeña de la época de Segunda División 'B').
El Real Mallorca nos goleó en pretemporada y Luis dio una breve rueda de prensa. Se levantó cuando le salió de los huevos. Nos dejó casi con la palabra en la boca. Pensaría que al ser periodistas de Segunda 'B' (una imbecilidad porque uno es igual de bueno o malo cubriendo a un conjunto de Primera o de Tercera) no merecíamos más de cuatro minutos.
Estuvo muy distinto cuando llegó la penúltima temporada de Primera. Estábamos entonces en el Hotel NH Amistad (el que está al lado del Corte Inglés de la Gran Vía) y todo fue amabilidad. Incluso debatió en plan informal con los cuatro o cinco periodistas que allí recogíamos sus palabras. De repente pensé que Murcia podría ser una plaza interesante para él en el futuro y que por dicha razón nos trataba mejor que cuando el Real Murcia militaba en la categoría de bronce. Es un secreto a voces que en la casa pimentonera se paga bien y con religiosidad.
No lo voy a juzgar por dos encuentros, porque a una persona es muy difícil juzgarla y hay que ser muy cuidadoso. Pero hoy al verle dar ánimos al jugador del Real Oviedo lesionado, me he alegrado al comprobar ese momento de humanidad del de Hortaleza. Sus palabras no eran las que tocaban porque había cámaras... no, se notaba que las sentía.
Luis, a veces, tiene sus momentos.
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